En las últimas décadas hemos asistido a un incremento exponencial en el número de personas que sufren dermatitis atópica. Se estima que 1 de cada 3 niños y hasta 1 de cada 10 adultos sufre este tipo de dermatitis, sobre todo en países con un mayor nivel de desarrollo y en zonas urbanas. Por este motivo, es fundamental que todos aprendamos a reconocer esta enfermedad: las personas que la sufren para poder entender lo que les ocurre y cómo gestionarlo y, el resto de la población, para ser la mejor ayuda y poder comprender qué supone convivir con esta dermatitis.
¿Qué es la dermatitis atópica?
La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria de la piel que consiste fundamentalmente en la aparición de eccemas: placas enrojecidas de piel descamada que provocan un picor muy intenso. Estos eccemas aparecerán típicamente en zonas como las áreas de flexión de las articulaciones, en la cara o las manos, pero pueden llegar a afectar a prácticamente toda la superficie cutánea. De hecho, clasificaremos esta dermatitis en leve, moderada o grave, según, entre otras cosas, el porcentaje de piel afectada. Eso sí, no todas las dermatitis atópicas tienen la misma morfología: algunas cursan con eccemas diseminados, otras con eccemas en forma de moneda (numulares), en algunos casos aparecen nódulos con mucho picor (prurigo nodular) y, en zonas de rascado muy intenso, pueden aparecer placas de piel muy engrosada que llamamos liquenificación. Todas ellas comparten un picor muy intenso que puede afectar enormemente la calidad de vida.
¿Cuál es su causa?
Esta enfermedad tiene un origen genético. De hecho, es habitual compartir entre familiares este problema por una transmisión hereditaria. La alteración genética va a provocar una serie de problemas entre los que destacan dos:
– Por un funcionamiento anómalo de las proteínas que mantienen cohesionada la estructura más superficial de la piel (epidermis), la barrera cutánea es menos eficaz de lo necesario. Esto provoca dos fenómenos: la pérdida de agua es mayor (por eso estas personas tienen pieles intensamente secas) y el paso de moléculas desde el exterior a la parte profunda de la piel (dermis) es mayor, provocando más irritación o alergias.
– En la dermatitis atópica hay un exceso de respuesta inflamatoria en la piel. Las células que habitualmente se encargan de la defensa de la piel están sobreactivadas y eso genera una tendencia a desarrollar eccemas. Será importante recordar esto para entender que las placas activas de dermatitis no consisten en piel muy seca, sino en piel inflamada y, como tal, habrá que tratarlas.
Sobre todo, no olvidemos: ¡la dermatitis atópica no es contagiosa!
¿A quién afecta?
La dermatitis atópica es más frecuente en niños, pero cada vez diagnosticamos a más adultos con este problema, aunque, en muchas ocasiones, no hayan tenido síntomas en la infancia. Afortunadamente, más de la mitad de los niños que la sufren dejan de tener problemas cutáneos pasados los 10-11 años de edad. No obstante, hay que entender esta dermatitis como un problema crónico con tendencia a cursar en brotes. Estos brotes se verán favorecidos por el estrés, por los cambios estacionales o climáticos, por la polución ambiental y por otros factores externo.
¿Sólo es un problema de la piel?
Aunque la dermatitis sea un problema fundamentalmente cutáneo, se integra en un grupo de enfermedades que denominamos atópicas. Estas personas con atopia pueden sufrir diversos problemas como el asma, la rinitis (presencia de “moqueo”), las alergias alimentarias o incluso cuadros inflamatorios digestivos como la esofagitis eosinofílica. Por si fuera poco, sabemos que sufrir dermatitis atópica se asocia con más probabilidades de sufrir ansiedad o depresión y, como ya sabemos que ocurre con otras enfermedades inflamatorias de la piel, podría asociarse a largo plazo con un mayor riesgo cardiovascular.
¿Tiene tratamiento?
Como ya hemos dicho, esta enfermedad es crónica, cursando mayoritariamente en brotes. No disponemos todavía de tratamiento curativo, pero existen múltiples opciones de tratamiento que han experimentado un desarrollo espectacular en los últimos años. El tratamiento se adaptará a la gravedad de la dermatitis: desde cremas antiinflamatorias hasta terapias biológicas o tratamientos orales inmunomoduladores de última generación. No hay que olvidar, además, una serie de medidas básicas para el cuidado de la piel atópica: el empleo diario en la piel no inflamada de cremas emolientes (que hidraten y refuercen la barrera cutánea) o la evitación de factores irritantes, como las fibras de lana o determinados productos químicos. Es recomendable, por ejemplo, una ducha diaria, pero deberá ser corta, con agua templada y empleando geles específicos para pieles atópicas. Por supuesto, todas las estrategias de cuidado y tratamiento de estas personas tendrán que ser supervisadas por un médico, siendo el dermatólogo el más indicado para aquellos casos de mayor complejidad.
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